II
Su carta me dejó sin voz, sin acción, hasta sin pensamiento; ¡a qué hondor ¡Dios mío! había llegado esto! No será contestada. Mi anterior llevó palabras necias que, destinadas a acariciar, fueron a herir. ¿Por qué la escribí? Porque el destino lo quiso. Y esta última carta debió ser larga, tanto como esta amargura que vela a la cabecera de mi cama hace muchos días. Manuel, yo rezaré por Ud. tanto como por mí, es decir, mucho. Adiós, hermano.
24 de Dic. 914. -Por sus cartas, gracias; por lo que la última me ha desgarrado, gracias también.
En: Cartas de amor de Gabriela Mistral. Sergio Fernández Larraín (comp. y notas). Santiago, Ed. Andrés Bello, 1978. |