AYUDADORES |
A
María Fernanda de Mélida
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Mientras
el niño se me duerme,
sin que lo sepa ni la tierra,
por ayudarme en acabarlo
sus cabellos hace la hierba,
sus deditos la palma-dátil
y las uñas la buena cera.
Los caracoles dan su oído
y la fresa roja su lengua,
y el arroyo le trae risas
y el monte le manda paciencias.
(Cosas
dejé sin acabar
y estoy confusa y con vergüenza:
apenas sienes, apenas habla,
apenas bulto que le vean).
Los
que acarrean van y vienen,
entran y salen por la puerta
trayendo orejitas de "cuye"
y unos dientes de concha-perla.
Tres
navidades y será otro,
de los tobillos a la cabeza:
será talludo, será recto
como los pinos de la cuesta.
Y
yo iré entonces voceándolo
como una loca por los pueblos,
con un pregón que van a oírme
las praderas y los cerros.
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