NACIMIENTO
DE UNA CASA |
Para
Concha Romero James
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Una
casa va naciendo
en duna californiana
y va saltando del médano
en gaviota atolondrada.
El
nacimiento lo agitan
carreras y bufonadas,
chorros silbados de arena,
risas que suelta la grasa,
y ya van las vigas-madres
subiendo apelicanadas.
Puerta
y puertas van llegando
reñidas con las ventanas,
unas a guardarlo todo,
otras a darlo, fiadas.
Los umbrales y dinteles
se casan en cuerpos y almas,
y unas piernas de pilares
bajan a paso de danza...
Yo
no sé si es que la hacen
o de sí misma se alza;
más sé que su alumbramiento
la costa trae agitada
y van llegando mensajes
en flechas enarboladas...
El
amor acudiría
si ya se funde la helada,
y por dar fe, luz y aire,
hasta tocarla se abajan,
aunque se vea tan sólo
a medio alzar las espaldas...
Llegando
están los trabajos
menudos, pardos y en banda,
cargando en gibados gnomos
teatinos, mimbres y lanas
que ojean buscando manos
todavía no arribadas...
Y
baja en un sesgo el Ángel
Custodio de las moradas
volea la mano diestra,
jurándole su alianza
y se la entrega a la costa
en alta virgen dorada.
En
torno al bendecidor
hierven cien cosas trocadas;
fiestas, bodas, nacimientos,
risas, bienaventuranzas,
y se echa una Muerte grande,
al umbral, atravesada...
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