NOCHE DE SAN JUAN


    Está abriéndose la noche
como piña de sabino.
Saltan las treinta fogatas
en liebres y cabritillas.

    Has llegado de la mano
de Juan-Jordán, de Juan-río,
y él alcanza hasta mi puerta
por dejar caer lo mío.

    Aquí había una casa vana
de vano leño y raso lino,
un vino sin bebedor
y una mujer sin destino.
¡Pero Juan me vio de lejos
y cruzó el Jordán contigo!

    Mesa y mantel no tocados,
de intactos se hacen divinos.
Comida parece la fruta;
apurado parece el vino.
¡Nunca vimos alimentos
sin comensal consumidos!

    El silencio, de no usado,
deja oír nuestros latidos,
y de huérfano el espacio,
nos deja así, cristalinos,
y de boca ninguna llamados
seguimos rectos y embebecidos.

    Nunca se entibió mi noche
de guayacán y de espino,
como de mirarte así,
yo libre y tú no cautivo.

    Ya no hablas dándome el soplo,
mi abedul ensordecido,
y yo no digo ni pienso,
de bastarme lo que miro.

    Así sería, mi amor,
cuando no éramos nacidos
y llameaba nuestra noche
de Casiopea y Sirio.
Cae en pavesas la memoria;
y comienza un futuro divino.