CEIBA SECA


    En la llanura del Guayas
la ceiba se quedó muerta.
¿Cómo es que ella se moría,
y si murió, cómo reina?

    Más noble está que de viva,
y más alta en su despojo,
y aún verídica sigue
librada de toda mengua.

    El viento que pasa no sabe.
La mira y no entiende la Tierra,
y no acaba de morir
para que su cuerpo extiendan.

    La larva y la sabandija
tardan en subir por ella
y la esperan en dos ríos
hormigas rubias y negras.

    Murió sin hacha ni rayo
sin resuello de sequía,
murió de haber horizonte
raso de sus compañeras.

    Llano y cielo no me ayudan
a acostarla en rojas gredas
con el rocío en su espalda
y el Zodíaco en sus guedejas.

    Parada junto a mi Madre
antes que las hachas lleguen,
mascullando un santo salmo,
tengo que entregarla al fuego.

    Al fuego rojo, al azul,
al amor llamado hoguera
que sube al Padre y la pone
sobre su Segunda Tierra.