POEMA DE LOS HEBREOS (1)


Ya asoma ya viene, ya arriba
la Madre que estuvo perdida.
Nunca creímos la fábula
de su muerte en noche o día,
el sol y la luna nos vieron
cantar a la Madre nuestra,
e hija nuestra,
año por año, día por día.

Ninguno te olvidó nunca.
Del nombre tuyo se vivía.
Caminabas nuestros caminos,
al primer sol aparecías
y en la noche que todo lo pierde
la cantábamos como en el día.

Caminábamos de noche
como por ruta sabida,
nombrándola y apresurándola
con gozo o con acedía.
Entera y hermosa y cauta
llegaba la nunca rendida
en los caminos y en las posadas,
mentándonos de nuestro nombre,
sonriendo de su sonrisa
y en el silencio de la noche
su grito de Madre venía
para decirnos: -No hay tiempo.
Sigue soñando lo que veías-.

En espera está el olivo (2)
ríen los cañaverales
del día, del mes, del siglo
y cruzan mentando tu nombre
David y el Señor Jesucristo.
La tierra se llama Esperanza
y el cielo se llama lo mismo.

Nombre los otros la Muerte.
Nosotros nunca la vimos
en desiertos en huertas y en islas
en ciudades ni en caminos.
Vivos, vivos nos hablamos
en el desierto y en las montañas,
a la mañana y a la noche,
como mareas que juegan
y la muerte no conocimos.

Tuvimos un sueño largo
como de viejos o de niños.
En el sueño hablábamos lenguas ajenas
que a la mañana ya eran olvido.
Pero el sueño fue nuestro padre
y nuestra madre y nuestro hijo.

En toda mañana de gloria
y en la sangre del martirio
cantaremos para olvidarnos,
por recordar cantaremos.
Sobre la tierra, bajo los cielos.
Dormidos como despiertos.



Notas

(1) Gabriela Mistral dio su aprobación al texto.

(2) "En espera está el olivo" "En espera está la higuera".