Mistral, Gabriela. Prosa Religiosa de Gabriela Mistral. Introducción, Recopilación y Notas de Luis Vargas Saavedra. Santiago de Chile. Editorial Andrés Bello, 1978.

INTRODUCCIÓN

Por Luis Vargas Saavedra

Como Gabriela Mistral en su primer discurso ante la Unión Panamericana (Washington, 1924) se autodefiniera declarando: "... yo no soy una artista, lo que soy es una mujer en la que existe, viva, el ansia de fundir en mi raza, como se ha fundido dentro de mí, la religiosidad con un anhelo lacerante de justicia social", encabezaremos con lo religioso la publicación de sus prosas, abarcando desde los años 1916 hasta 1954. Quedan excluidas las prosas místicas de Desolación, para dar, en cambio, preferencia a textos o poco conocidos o nunca recopilados. La serie de Motivos de San Francisco se incluye completada, para reforzar lo hagiográfico (1). Después de 1954 no hay, que sepamos, más publicaciones de prosas.

Buscando mostrar las evoluciones religiosas de Gabriela Mistral, he respetado la secuencia cronológica, alterándola sólo al comienzo, para reunir los textos que presentan su ideología en sí. Después van los artículos que la muestran aplicada a diversos asuntos y seres. Los recados sobre dioses aztecas cumplen una labor de divulgación religiosa (2), que no supone, claro está, creencia adscrita.

Partiendo de una carta de Gabriela Mistral al padre Francisco Dussuel, S. J., incluida en esta recopilación, y que es un exactísimo compendio de su vida religiosa, hasta 1954, iré comentando, y demostrando con citas, lo allí aseverado por ella misma: la historia de su romería.

Extraeré lo medular de dicha carta, ordenándolo cronológicamente dentro de su evolución misma. La frase de Gabriela Mistral a Eugenio Labarca: "Soy mujer de grandes evoluciones"(3), queda ampliamente ejemplificada en los siguientes trozos:

"Yo tuve Biblia desde los 16 años talvez; una abuela paterna me leía los Salmos de David y ellos se me apegaron a mí para siempre con su doble poder de idea y del lirismo maravilloso... Yo fui un tiempo no corto miembro de la Soc. Teosófica. La abandoné cuando observé que había entre los teósofos algo de muy infantil, y además mucho confusionismo. Pero algo quedó en mí de ese período -bastante largo-; quedó la idea de la reencarnación, la cual hasta hoy no puedo -o no sé- eliminar... Yo he tenido una vida muy dura..., talvez ella alimentó en mí la creencia de que esta vida de soledad absoluta -yo no tuve sino la Esc. Primaria- que ha sido mi juventud, viene de otra encarnación, en la cual fui una criatura que obró mal en materias muy graves..... Del Budismo me quedó, repito, una pequeña Escuela de Meditación. Aludo al hábito -tan difícil de alcanzar- que es el de La Oración Mental. Le confieso humildemente que, a causa de todo lo contado, no sé rezar de otra manera. Debo confesarle más: no puedo con el Santo Rosario. Una amiga mejicana, católica absoluta, me ayudó mucho a pasar de aquel semibudismo -nunca fue total, nunca perdí a mi Señor J.C.- a mi estado de hoy...; lo que influyó más en mí, bajo este budismo nunca absoluto, fue la meditación de tipo oriental, mejor dicho, la escuela que ella me dio para llegar a una Verdadera Concentración.  Nunca le recé a Buda; sólo medité con seriedad... Después de esto vienen, vinieron las frecuentaciones de las Místicas Occidentales. La selecc. de oraciones con las cuales rezo tiene mucho Antiguo Testamento; pero el Nuevo me lo sé creo que bastante bien. Mi devoción más frecuente, después de la de N.S.J., es la de los Ángeles".

Según lo que Gabriela Mistral resume, su religiosidad fue evolucionando de la teosofía con budismo al catolicismo con judaísmo. No recalca allí su preocupación social, piedra de toque de su ideología, y que se podrá apreciar en las citas subsiguientes.

Secuencialmente iré dando las declaraciones religiosas que he podido rastrear en su obra y en su epistolario (inédito en un 90%). Esta larga serie de citas irá ejemplificando lo resumido por Gabriela Mistral en su carta al padre Francisco Dussuel.

En 1917, en carta a Eugenio Labarca le habla de teosofía y de espiritismo, manifestando su interés por lo primero y su desdén por lo segundo:

"Le doy, conforme su indicación, 2 nombres de muertas a quienes llamar. Marcelina Aracena, Rosa 0ssa. Aquel joven Parrau a quien invocaron no conoció nunca Los Andes ni pudo, por lo tanto, morir aquí; no era masón.  Vivió y murió en Antofagasta" (carta escrita en Los Andes, 1917) (4).

De 1919 sería el siguiente pensamiento de Gabriela Mistral", recordado fielmente por Ricardo Michel Abos-Padilla, presidente (desde 1955) de la Sociedad Teosófica de Chile:

"Ricardo, el mundo necesita ser redimido, no importa quien lo ejecute. Que lo haga el budismo, el islamismo, que lo haga la masonería o que lo haga el ateísmo, es algo de valor secundario. Lo importante es que el mundo nazca a un mundo nuevo” (5)

En una carta sin firma ni fecha, enviada a Sara Izquierdo de Philippi, acaso de 1922 -por la ortografía Andrés Bello-, Gabriela Mistral ya expresa la idea ecuménica que estructura su discurso ante la Unión Panamericana (Washington, 1924):

"Ojalá, señora, hubiese en todos los espíritus una actitud como la suya de comprensión hacia los credos ajenos, ojalá los protestantes no combatiesen nuestra fé i los católicos estimaran las cosas mejores de ellos.

Rece Ud., señora, por la suerte del cristianismo. Y rece una vez por mí."

En los años de su se produce su retorno al catolicismo, al cual, según carta de 1917 a Barrios, ella estaba abierta. En esta "conversión" obra fundamentalmente Palma Guillén ("Una amiga mejicana, católica absoluta, me ayudó mucho a pasar de aquel semibudismo -nunca fue total, nunca perdí a mi señor J.C.- a mi estado de hoy...” Carta al padre Dussuel). Palma Guillén fue designada por José Vasconcelos, Ministro de Educación de Méjico, para trabajar como secretaria de Gabriela Mistral. El libro Tala le está dedicado.

La persecución de los curas y católicos (Guerra de los Cristeros) mejicanos puede haber afianzado ese neocatolicismo de Gabriela Mistral, con su espectáculo de odiosa intransigencia hacia una ideología popular. En 1926, en su artículo sobre el Cura de Ars, alude a ello así.

"Le tocaron tiempos revueltos de persecución de curas -y de asesinato de curas- como a los pobrecitos niños mejicanos de este minuto, y oyó misa clandestina detrás de fardos de heno, dicha por curas errantes... Como en Méjico”.

En este regreso al catolicismo, la Biblia también debe ser contada como un factor decisivo:

“Entre los 23 y los 35 años, yo me releí Biblia, muchas veces, pero bastante mediatizada con textos religiosos orientales, opuestos a ella por un espíritu místico que rebana lo terrestre. Devoraba yo el budismo a grandes sorbos; lo aspiraba con la misma avidez que el viento en mi montaña andina de esos años. Eso era para mí el budismo: un aire de filo helado que a la vez me excitaba y me enfriaba la vida interna; pero al regresar, después de semanas de dieta budista, a mi vieja Biblia de tapas resobadas, yo tenía que reconocer que en ella estaba, no más, el suelo seguro de mis pies de mujer" (de su conferencia "Mi experiencia con la Biblia").

Y ese año de 1924 señala su apogeo de religiosidad con sentido social. Tres textos señeros: "Discurso ante la Unión Panamericana en Washington", y los artículos: "Cristianismo con sentido social" y "El catolicismo en los Estados Unidos". En aquel discurso llama a la unificación cristiana -dentro del cristianismo común- de las Américas: la protestante del norte y la católica del sur; alaba, además, el dinamismo social de los yanquis religiosos, pauta ejemplar para los criollos. En el artículo "Cristianismo con sentido social" -tal vez su prosa más religiosamente genial- asevera claramente su vuelta al catolicismo:

"Yo, que he anclado en el catolicismo, después de años de duda".

Como el título lo resume, sólo quiero soslayar brevemente algunos aspectos de ese magistral artículo. Ya en 1924 Gabriela Mistral deja planteado el colosal problema de la actividad social de la Iglesia -sacerdotes y laicos- en Hispanoamérica. Expresa la urgencia de acudir al auxilio de los pobres, antes de que ellos “se ayuden" a sí mismos, a lo marxista, es decir, malográndose. Preveía la oleada de revoluciones criollas: "el pueblo... sabe yconseguirá reformas esenciales con la prescindencia nuestra, y su actitud no es ya la de imploración temblorosa...; el pueblo hará sus reformas... y ha de salir, en el último caso, lo que estamos viendo: la democracia jacobina, horrible como la Euménide brutal como una horda tártara".

Su visión de Rusia como pueblo saqueado de su cristianismo por la torpeza de sus jefes, es un anticipo a la actitud actual de Alexander Solzhenitsyn. Así como todo su artículo preludia la "Mater et Magistra" del Papa Juan XXIII.

El 24 de febrero de 1925, en El Mercurio, se publicó la segunda parte de su "Respuesta a los Italianos", en donde declara:

"...para el próximo centenario franciscano estoy terminando una nueva vida de San Francisco, a fin de que en esa fiesta del Espíritu esté también presente la voz de una católica de habla española”.

En marzo envía un discurso al Congreso de Maestros Cristianos, en Montevideo; allí pide que se organice el gran frente cristiano contra el materialismo. Años más tarde, en 1944, le escribirá a Jaime Eyzaguirre una larga carta criticando la tardanza con que la Iglesia afronta el materialismo (junto con otras tardanzas...).

En abril de 1925 declaró, en una entrevista a la Revista de Educación Argentina, lo siguiente:

"Soy cristiana, de democracia cabal. Creo que el cristianismo con profundo sentido social, puede salvar a los pueblos. He escrito como quien habla en la soledad. Porque he vivido muy sola en todas partes. Mis maestros en el arte y para regir la vida: la Biblia, el Dante, Tagore y los rusos. El pesimismo en mí es una actitud de descontento creador, activo y ardiente, no pasivo.

Admiro, sin seguirlo, el budismo; por algún tiempo cogió mí espíritu”.

El 8 de mayo de 1927, en El Mercurio, aparece su artículo sobre el libro "Indología", de José Vasconcelos. Allí Gabriela Mistral toca el ya lejano asunto de la teosofía:

"En verdad, la señora Blavatski (6) es un caos, a veces portentoso, pero a veces horrible y desconcertante, de ciencia y de imaginación infernal; se parece a los cráteres; talvez su lava hirviente y sombría sea vivificante, pero da miedo e inspira desconfianza. Es una especie de cordillera, llena de abismos. La señora Besant, por el contrario, tiene la dulzura de las colinas; no siente el odio del cristianismo, y la luz del Evangelio la conserva”.

En realidad, rectifiquemos, nunca la teosofía llegó a ser un asunto "lejano"; más bien, le perduró en el sentido de su mejor eclecticismo.  Al morir su madre, le escribía a un amigo lo siguiente:

"...y yo que tengo del cielo, no una, sino muchas visiones contradictorias, no sé si alcanza en alguna parte eso que llama la Iglesia su cuerpo glorioso".

(Ercilla, 20 de noviembre de 1945) (7)


En 1929, contando en un recado, a Don Juan Enrique Lagarrigue, fenomenal comtista chileno, Gabriela Mistral declara:

"Algún amigo mío que ha sonreído ya otras veces de mi desconcertante eclecticismo, volverá a tener la sorpresa de que yo, católica, y "enviciado" en los místicos e iluministas, ponga efusión al recordar a este adoctrinador positivista del más empecinado comtismo que se haya visto nunca.

Yo le contestaría... que ninguna vida superior me deja fuera de su aureola por morosidad o por ceguera ...” (8).

Nunca la abandonará el ansia de cosechar lo óptimo de las religiones, sin distingo alguno. Desde 1925 hasta su muerte, la actitud de Gabriela Mistral es la de un neocatolicismo social, con elementos "rezagados" de orientalismo, rosacrucismo, yoga y budismo. Por ejemplo, del budismo le queda su creencia en la reencarnación, o sea en el "karma" y el "samsara". En una carta a su hermana Emelina, escrita el 6 de septiembre de 1925 (en mi colección), le dice: "Padéceme, que está en tu karma que yo te jibe de cargos i encargos, hermanita". (Por "karma" entiéndase “sino heredado de encarnaciones previas; cúmulo positivo y negativo de actos ya vividos y recién viviéndose".)

Pudiera suponerse que el regreso de Gabriela Mistral al catolicismo por fin le daría la alegría y el optimismo que tanto le faltaban. No fue así. Su intrínseca desolación, su connatural pesimismo, su derrota íntima -de la que en 1930 dirá, comentando una escultura de Rebeca Matte: "... la derrota que, cuál más, cuál menos, todos llevamos adentro: victoria del arte, consuela poco o nada; derrota de la felicidad en este mundo, ésa importa, pesa y grita"(9)- eran heridas o "taras" de las que ya no se sanaba ni creyendo en la Resurrección de Cristo. Nadie, pues, podría rehacerla.

En pleno 1924, año de religión cenital, y estando nada menos que en Asís, le escribe a Don Carlos Dorlhiac:

"Ya no me curo del alma; sólo gano alguna indiferencia relativa i mayor esquivez. Optimismo, no lo conseguiré nunca: la vida es fundamentalmente mala, mala desde la eternidad i para la eternidad, porque es la limitación i la plebeyez infinita de la carne que cayó sobre el espíritu. Y así me torturaré siempre, en medio de cualquier maravilla, como la de esta llanura Umbría, que bastaría para la dicha. Viscosa pesadumbre, amigo, que yo arrastro, o ella a mí. Discúlpeme el descargo. Y tan gallardo que está el cielo sobre mi cabeza que el viento oloroso mima y reconviene...” (10)

Rememorando su "pasada" por el budismo, dirá en 1936:

"En nuestros países nuevos, que son todavía unas tembladeras de protoplasmas con algunas pecas de cuajos aislados, quien se hace budista no halla un grupo formado que le reciba, le nutra la vocación primeriza y le sostenga los bríos, y si es neo-cristiano no encuentra tampoco esos convivios calurosos de revisionistas del Evangelio que le ofrezcan sus hallazgos y le reciban los suyos. Los teósofos mismos, más numerosos que las demás sectas, logran cuando más llegar a un grupo de místicos ingenuos y confusos que no saben coger con garra de adoctrinamiento sólido a un espíritu fuerte, acostumbrado a autoridad y a ordenación” (11)

Según este pasaje, Gabriela Mistral se lamenta de no haber hallado apoyo para sus excursiones en el budismo. Y si los hubiera tenido, ¿habría perseverado? Según el discurso leído ante la Sociedad Hebrea, en Buenos Aires, la Biblia la retenía en lo cristiano, apartándola suavemente de Buda.

En cuanto al reproche de que los teósofos no logren coger a un espíritu fuerte, se refiera o a ella misma o al sujeto de ese “recado": el Almirante Fernández Vial. A ambos les faltaba, en la teosofía, la organización autoritaria, que el almirante poseía por su oficio marino, y que Gabriela Mistral poseía también, por su índole bien celada.

Años más tarde, en 1951, recordando navidades andinas -las de su época en Elqui y en Los Andes-, dice:

"No me acuerdo de mí misma en estas Nochebuenas andinas, ignoro si yo tenía oración verdaderamente cristiana para el pesebre en esos años capitosos, en que echada contra un árbol, yo era un tronco alentador no más, y en la cordillera partida como un gran toro de sacrificio, una especie de agua despeñada que no se mira a sí misma. Pagana y bien pagana que se había metido por la fuerza en el zapato de fierro de un budismo, con el que al fin no puede más; eso parece que haya sido yo por aquellos tiempos".

Las décadas finales del 20 llevan a Gabriela a Europa, en donde desempeña cargos educativos y administrativos (Consejo Administrativo del Instituto Cinematográfico Educacional, creado en Roma). En 1930 dicta cursos de literatura en Bamard College, Estados Unidos.

En el artículo "Una explicación más de caso Khrisnamurti", escrito en Santa Margherita Ligure, en julio de 1930, y publicado en La Nación, de Buenos Aires, el 31 de agosto de ese mismo año, Gabriela Mistral comenta el impacto que le diera la noticia sobre el comienzo de la predicación de Khrisnamurti, cuatro años atrás:

"A pesar de haberme desasido de la teosofía, me golpeó fuertemente la información, como nos golpean en los sentidos un color o una forma familiares. La teosofía primero, el budismo después, me regalaron el heroico-maravilloso de mi juventud; ellos fueron algo así como mi "Tanhauser” o mi "Parsifal" de los veinte años”.

En 1932 inicia su carrera consular, en Nápoles. Desde 1933 hasta 1935 es Cónsul en Madrid, de donde sale echada (12) por una infidencia; se va a Lisboa; en 1938 hace una rápida gira por Sudamérica; vuelve a Europa, y en 1940 se dirige como Cónsul a Niteroi, Brasil. Según Palma Guillén, el motivo de este viaje "fue que Juanito, un chamaco todavía, se mezclaba con sus amigos de la escuela, en las "Mocedades", la organización fascista de juventudes. Y Gabriela quiso sacarlo de ese ambiente" (13).

Juanito era el sobrinastro que vivía con Gabriela Mistral. Su nombre completo era Juan Miguel Godoy Mendonza. (14). Gabriela Mistral lo apodaba Yin o Yin-Yin.

Este muchacho, criado como el hijo que nunca tuvo; rodeado quizás de un excesivo amor maternal frustrado; asfixiado de ternura o prisionero de la personalidad de Gabriela, muere de una dosis de arsénico el 14 de agosto de 1943, en Petrópolis, Brasil. Tenía 16 años.

Gabriela Mistral no reaccionó ni legal ni oficialmente. Guardó silencio. Más aún, dio y siguió dando siempre versiones vagas y conflictivas, hasta ceñir la tragedia con una densa neblina que todavía no se disipa. El acta de defunción especifica “suicidio" (15). Gabriela aceptó esta versión, al principio -"por meses", dice en carta a Alfonso Reyes, que cito más adelante. Después dirá sostendrá, insistirá en que aquello fue un asesinato o un suicidio inducido(16).

“Lo importante es que me liberé de un país lacio y de boca pegada. Donde me suicidaron a J. Miguel - porque resulta que no se suicidó...”

En un Oficio Consular (Nº 17/10, 1947) enviado al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (17), expresa lo siguiente:

"Mi experiencia trágica del Brasil -la muerte de un deudo mío provocada por el hecho de que "ele era branco de maís" - dura como una llaga en mi memoria".

En una carta a Alfonso Reyes, escrita desde Roslyn Harbour, New York, en 1954 (carta con visibles daños en su memoria) expresa:

"... y me fui a Brasil donde me asesinarían a mi Yin y me lo darían por suicida. Caí en un amargo resentimiento hacia él, por meses. Al llegar la Navidad, la banda que lo perseguía en el Colegio llegó a mi casa, entera, los 4. Tuve el coraje de preguntarles por qué habían matado a un ser tan dulce y tan noble amigo para cada uno de ellos. Y esta fue la respuesta:

-Nosotros sabemos que la Señora sigue pensando en eso. Pero eso tenía que pasar.

Salté en mi silla y le respondí:

-¿Por qué "tenía que pasar"?

-Porque él tenía cosas de más.

-¿Qué tenía de más ese niño al cual yo tenía que engañar para que saliese conmigo diciéndole que yo iba a comprar zapatos y ropa para mí?

-El tenía el nombre de él y el nombre suyo de usted que le daba prestigio.  También él era blanco de más.

-Villanos, les dije: él no tenía la culpa de ser blanco ni de que ustedes sean negros” (18).

¿Verdad o fábula -invención necesaria para enfrentar esa muerte que, de ser suicidio, arrojaba la culpabilidad sobre ella?

El complejo asunto rebasa aquí esta mera introducción; espero detallarlo exhaustivamente cuando publique las prosas autobiográficas de Gabriela Mistral.  Ahora debo abreviar v concentrarme en las repercusiones religiosas de la muerte de Yin: cómo reaccionó Gabriela Mistral.

Al borde de la locura, desesperada, se aferra de la religión -o las religiones- con una vehemencia patética. No le basta su catolicismo; cogerá socorros del hinduismo -otra vez el karma- y del orientalismo (métodos para desviar el pensamiento imantado a Juan Miguel) y del Yoga (ejercicios de meditación absorbente).

En los cuadernos inéditos de Gabriela Mistral (de los cuales tengo microfilmes por gentileza de la albacea literaria de Gabriela, señorita Doris Dana) hay amplia muestra de este período brasileño, obsesivo y trágico. junto a copias de textos "orientalistas" de Walter Newell, Shri Aurobindo, H. Durville, Berdaieff y Vivekananda, hay copias de los Evangelios y del Antiguo Testamento: selecciones sobre la resurrección de la carne, el perdón divino y la asistencia del Santo Espíritu.

En 1944 empezó a rezar de un "libro de horas" que se había compilado con citas del Evangelio, textos orientalistas y oraciones hechas por ella misma de las cuales damos dos, al final del volumen.

Es un largo período que dura desde ese agosto aciago, de 1943, hasta el ¿venturoso? diciembre de 1945, cuando se le anuncia el Premio Nóbel. Dicen que su reacción, al saber su triunfo, fue: "¿Y para qué lo quiero ahora?" En todo caso la salida del Brasil y el nomadismo por Europa la tienen que haber distraído de su dolor - en parte, sólo en parte. Pero en tanto continuó viviendo en Petrópolis, rodeada de malos recuerdos, su desamparo la lanzaba a medicinarse en religiones, y en trabajo intelectual. Rezar y escribir. Poemas y rezos, todo era sobre Yin. O sobre sí misma, desdoblada, vista de lejos, como ajena; de allí sale la serie de "Locas Mujeres" de Lagar. En uno de sus cuadernos de 1944 anota: "Después de meses (3 meses, dos?) talvez desde el 24 de junio (día de Yin)* en el que hice un poema para él, escribí de nuevo versos. En cama a las 10 u 11.  "La llama".** (De Yin no puedo ni quiero salir). "La Llama" cayó malamente en la canal de las Mujeres Locas.  También hay que salir de eso.  Son prisiones y matan el espíritu"(20).

Puesto que la muerte, o, mejor dicho, los muertos, es lo que más la afana, resulta interesante leer las condolencias que ella mandara durante ese tiempo. Veamos dos, una a la muerte de una pariente de una amiga esquina:

"Yo voy pareciéndome algo parecido a los japoneses. Su culto de los idos es maravilloso. Es crearse una vida con ellos; pero con ellos como si estuvieran en una presencia constante y familiar, sin nada de espantoso, de tremendo. Es aquello un trato inefable y real. Yo lo tengo con Yin, con mi madre, con Emelina. Busque esto Ud. Es bastante difícil para un católico de tipo español. Nos han envenenado la imagen de los idos; han hecho de eso un espanto puro... Es preciso luchar contra 2.000 años de superstición y de venenos mortales. Acompáñelo Ud., sin tortura: lea para él trozos bíblicos - búsquelos en David, en sus Salmos. No procure traerlo hacia su lado, procure ir hacía él en el sueño. Desee con fervor -pero sin angustia- ir hacia él. Rece con él allí oraciones suaves y de fe rotunda. Nunca nos enseñaron a rezar"(21).

Y a la muerte de la madre de Don Carlos Dorlhiac (en 1945?):

... el mundo, duro para nosotros mismos - es para ellos, los padres nuestros, algo inaceptable o apenas tolerable. Cultive Ud. la sensación de presencia de ella. (Creo haberle hablado de esto a propósito de Juan Miguel, y antes, de mi madre). Cuesta poco. Es sólo estar atento. No vienen siempre a la solemnidad de nuestra oración. Vienen en cualquier momento, cuando trabajamos o vamos, caminando solos. Y en el sueño más claro está. En él talvez estamos todo el tiempo con ellos. (No soy espiritista ni cosa parecida; pero vivo esta presencia como un japonés). Lo primero de todo es no ubicarlos ni por un instante en las famosas sepulturas de los románticos. El creer de veras, 70 veces creerlos vivos y saberlos vivos y convivirlos. Este va y viene nuestro se normaliza, se vuelve naturalísimo”(22).

Ir a Yin, verlo otra vez -reaparece el viejo tema, el viejo anhelo ya expresado en Desolación (23). Todo esto la lanza fuera del mundo, la desprende de lo concreto, y le da a su poesía un ámbito de trasmundo. No se trata de una mera creación literaria; se trata de una realidad expresada literariamente; de manera que el conocimiento de los sucesos mismos, más las peculiares actitudes y creencias de Gabriela Mistral, alumbran los poemas escritos sobre aquellas vivencias. La prosa publicada en sus artículos de diarios, claro está, no daba zonas tan íntimas. Sólo sus amigos conocían los hechos.

Alguna vez dejó vislumbrar algo de lo acaecido a Juan Miguel - véase, especialmente, su artículo "Sobre la xenofobia" (El Mercurio, 21 de diciembre de 1948). También en aquel oficio consular ya citado, roza el caso así:

"Poco antes de ese asesinato llamado "suicidio", yo había visto dos veces girar en la calle en torno mío una ronda infernal de escolares petropolitanos a los gritos de "Vete, alemana puerca. Ya te ganamos la guerra, alemana, vete".

Poco o nada se sabe en el Pacífico del odio africano que sustentan allí negros y mulatos hacia el ser humano que llega llevando ojos y piel claros.  Sin embargo, se trata de una realidad cotidiana que algún día alguien que no sea cónsul se decidirá a denunciar y a voces".

"Alguien que no sea Cónsul" -¿fue éste el obstáculo que la silenció (24)? Agregarle su miedo a un escándalo, que pudiera dañarla en su puesto; y añadir la dificultad de probar su tesis del suicidio-asesinato.

Del epistolario con Don Zacarías Gómez (25) se constata la persistencia de sus intereses heterodoxos. En una carta desde Ciudad de Méjico, acaso de 1946, le pide los siguientes libros “orientalistas": Max Heindel: "Principios ocultos de la salud y de la curación", "Cristianismo Rosacruz" y "Cartas a los Estudiantes". En una carta del 3 de octubre de 1947: "Extraños y agudos me parecen esos libros sobre Raja-yoga... Me parece más sano lo Rosacruz".  En otra carta, del 18 de abril de 1954, dice esto: "La compañera que llevaré es una Rosacruz muy amable de nuestras ideas". (¿Doris Dana o Gilda Péndola?) En 1947 le agradecía el envío de un ejemplar de la Revista Teosófica. Y en 1951 le informa que está leyendo "Pláticas" por Annie Besant y Charles Leadbetaer.

Para cerrar y resumir esta larga secuencia de citas, una aseveración suya al Padre Méndez Plancarte (director de la revista mejicana Abside).

"Su amiga no es una católica cabal; es sólo una especie de cristiana libre” (26)...

Aunque en algunos de los textos aquí incluidos, Gabriela Mistral no estaba preocupada de hacer literatura -lo que ella, en un cuaderno de 1944, llama "el arte puro"-; sin embargo, aún en las cartas y en las oraciones privadas (a Yin), su estilo mantiene la belleza habitual, tanto de los conceptos como de la expresión.

Gran variedad. Hay diferentes "tonos": el íntimo y el oficial, el adulto y el niño -según se adecúe al lector, y de allí su mayor o menor complejidad artística: su "barroquismo" o su "clasicismo". Notable es el artículo "Cristianismo con sentido social", en donde lo que dice y el cómo lo dice se sueldan orgánicamente; allí hay una brevedad de disparo; no se retrasa con acopio de comparaciones, símiles, metáforas; nada de repetir a lo pedagogo desconfiado ni a lo estilista moroso; hay eliminación de todo espesor inútil.

Las "estampas" de santos, en cambio, casan hondo y sin apuro. Allí hallaremos neologismo, metáforas, substantivación; es decir, su estilo a ultranza, a toda plenitud y suntuosidad. Ruralismo, síntesis, concretización -todo lo utiliza funcionalmente para lograr la imagen neta, inolvidable, y cargada de significados. Algunos ejemplos:

"Rige el pueblo este duende de Cristo" (el Cura de Ars)teniéndolo en la mano, como un pichón familiar; lo mima y le limpia el piojillo; le da el trigo de boca a pico; le suelta y le coge. Es su cosa, casi su silla o su ropa".

"..... gracia de nido que juega dentro del embudo de luz del Espíritu Santo".

Gabriela Mistral poseía una manera de meditar visualizando, ignaciana, teresiana, leonardesca, genial, en suma, y de una genialidad saturada de religión. De eso vendrá el epíteto con que la acuñaron para bien más que para mal: "Divina Gabriela". Siempre rechazó, ella, esos conatos de burda beatificación -estética o no. A Benjamín Carrión le rogó, en vano, rebanar aquel título, de una ingenuidad excesiva: "Santa Gabriela", con que lanzó un libro harto mediocre, bastante banal, majadereando en las consabidas virtudes "de azúcar cande", como diría la propia Gabriela Mistral. Torpezas bien intencionadas, pero torpezas. Y romanticadas hueras, que Gabriela Mistral, antes que nadie, había repudiado. Otra tribu que la dañó tremendamente fue la de las feministas, que querían usarla de pedestal, estatua, bandera y volante electora (27).

Dentro de sus meditaciones visualizadas verbalmente, hay otra característica que ponderar: el dinamismo. Léanse las descripciones en los textos sobre Santa Catalina de Siena, donde todo trepida, hasta lo inerte; y las descripciones de Jacobo de Voragine espesándose en plenas batallas callejeras. Hay instantes en que la actividad no es mera conjunción feliz de verbos certeros, es una orquestación de sustantivos y de adjetivos propulsados por la energía que despiden los verbos o los sustantivos, entre sí, rebotando dentro de la frase que ya estalla. Compárese esa algazara con los remansos de sus Motivos de San Francisco -escritos al estímulo de El Hermano Asno, de Eduardo Barrios, y escritos en la patria de Nervo, para ser retocados en la ciudad del Poverello. Todas esas dulzuras, esas finezas, apaciguan y simplifican la prosa. Ese sería el tono "fino", que Gabriela Mistral había libado en Tagore y en los dos escritores ya mencionados: Nervo y Barrios. Mejor sería llamarlo el tono "agua", recordando la gran dicotomía que Gabriela Mistral siempre tajaba en cosas y seres, particularmente en sí misma. (Recuérdese el poema "La Otra", de Lagar: "Una en mí maté, / yo no la amaba".) Es el empeño de morigerar la "terribilitá" de hoguera o de águila, y alcanzar la paz sencilla, de agua quieta. Se puede seguir esta lucha interna, en el artículo "Cómo edifican?": crítica sarcástica de una serie de yerros yanquis (desdén por el individualismo, revoltura del César con Dios, idolatría del dólar, etc.), sorna que no se le desbrida; al contrario, que ella conduce y resume en su ataque al gigantismo materialista de ese templo; soma que se ha ido cargando de una agresividad expresiva muy grande, aunque diplomática, y finalmente: contrición, toma de conciencia y penitencia: el agua sobre el fuego: lo ínfimo sobre lo descomunal: meditar en la Porciúncula de San Francisco como antídoto del fenomenal templo neoyorkino.

Dentro de ese tono de agua, coloquial y rural, con dejos mejicanos escribió sus dos recados sobre dioses aztecas, los Tlalocs y Quetzalcóatl. Lo campesino se da en expresiones como éstas: "una miradita verde", "la calor", "el suelo se tomaba de cal", "de cuerpo lanzado andando despacito", "su padrecito" y "bestiecitas". Gran parte de la gracia de ritmo de esos dos recados provendría de la estructura bimembre, de la danza de ideas o vocablos en parejas.

Las prosas escritas en Méjico se refrescan en el tono agua, que se irá trocando en el ígneo, con los viajes y los años; pero en un ígneo-acuático: barroco-clásico-primitivo, según el asunto.

La serie "Corazones Franceses" pudiera ser ejemplo de esa complejidad de tonos y perspectivas; complejidad polifónica. Allí ha entrado, a ratos, el estilo más densamente fastuoso de sus recados sobre personajes del arte (Buffon, por ejemplo, o Pascal, Verlaine, Péguy y Michelet).

La preponderancia del tono agua explica la menor necesidad de inventar palabras: se está tratando de sentir -diciendo en sencillo-hermoso- y el neologismo huelga.  Pocos se hallarán.  Copio algunos como muestra: “peonina" (de peón), "espadazos", “.noche 1948-ava", "mangazas", "anhelosa", "en derechura" (derechamente), "estropajosos", "pueblerejo", "gansería", "momentistas", "anegadura", "crístico" (de Cristo), “santerías" (tienda que vende santos), "milagrería", "monjío", "regentea" (rige como regenta), "un sucedido" (suceso). Su mayoría proviene de los textos de estilo más rico, más ornamental.

La sintaxis de Gabriela Mistral, para ser bien estudiada, ha de conocerse entera; nos falta un 90% de su obra en prosa; si logramos continuar esta publicación con otras, incluyendo los epistolarios, podríamos juntar las bases materiales para acometer el análisis estilística de su sintaxis. En esta introducción sólo esbozaremos un aspecto: la fluidez. Proviene de ese dinamismo ya ponderado. Fluidez no implica rectitud acelerada. Acepta también el meandro, y las volteretas, es decir, los períodos con ramificaciones y con inversiones, pero que no se atascan. La idea que recuerda otras ideas, la sensación que suscita un sartal de sensaciones.

Muchas veces la frase tipográficamente extensa está vertebrada de oraciones cortas, separadas por punto y coma. Sustitúyase por el punto seguido, y se verá que las unidades conceptuales son cortas y precisas, es decir, que el pensamiento rector está bien ordenado. Mucho se podría escribir acerca del aspecto inteligencia, dentro de ese estilo en donde lo intelectual queda tan bien forrado de lo sensitivo.

Y ya que hemos mencionado la puntuación, agreguemos algo más: adviértase la puntuación menos copiosa (hablo de las comas, en primer lugar; y de los dos puntos, en último lugar de importancia), menos gramaticalmente derrochada, a medida que pasan los años y Gabriela Mistral se hace su propia manera: con más apoyo lógico que musical o gramatical. Ya no obedece la norma retórica oral, de poner comas para la respiración del lector o del orador. Acepta, así, la actitud moderna de considerar el texto escrito como una red de signos más mentales que orales: texto que no exige lectura en voz alta, y que por lo tanto, puede descartar una serie de comas respiratorias. Puede haberla ayudado la frecuentación del francés y en especial del inglés, menos adictos a la coma que nuestro castellano. También puede ser que en sus prosas de la década del 20, el consejo de Martí: "Prodigar las comas siempre”, ella lo haya acatado reverencialmente. Hay ocasiones en que se echa de menos algo de esa prodigalidad, porque el texto de Gabriela Mistral nos hace una zancadilla, y debemos re-leer, des-andar, y colocarle la coma servicial. Cuestión de destreza captadora. (Hemos respetado su sobriedad de comas, aun cuando el texto quede poco expedito).

¿Cómo habría escrito Gabriela Mistral en caso de ser atea? La pregunta se estrella contra el bloque mismo de su intrínseca religiosidad, tan suya, tanto, que no podemos imaginarla atea. Sus ojos llevan dogma en el iris mismo. Ve las criaturas y los objetos desde Dios a Dios, o desde Cristo y rumbo a Cristo: las personifica, les proyecta ansias humanas, memorias angélicas. No puede nunca describir científicamente, con la objetividad sensorial de una Colette o de una Virginia Woolf, artistas en sus sentidos mismos, orfebres de su propia percepción, sin "mensaje" ni "doctrina". Mejor que en los textos religiosos, se puede apreciar esta perenne religiosidad suya en los textos de viajes. Se afana por contar un paisaje, y mientras más se esfuerza por metemos en los ojos el color vibrante, el dibujo vívido, más se desliza al vocablo calificador; como si sus sentidos se resistieran a captar meras sustancias, materias, elementos y cosas, y quisieran, en cambio, calar siempre en los aspectos y las cualidades: en la "adjetivación" antropomórfica y mística. Un ejemplo para aclararlo. En su artículo "Repoblación forestal" (El Mercurio, 23 de marzo de 1935), describiendo la talazón de bosques alrededor de Magallanes dice: "Me acuerdo de nuestra ciudad de Magallanes, que tuvo al nacer un cerco maravilloso de selva y que en veinte años de socorrer sus chimeneas con lo más inmediato, logró la calvicie horrible que hoy la rodea como una cintura leprosa de selva quemada. Veo el extraño campo de muñones negros y calcinados que yo llamaba mi "Divina Comedia vegetal", mi infierno botánico patagón". Sígase la personificación y la ética irradiada sobre aquella selva criatura: "calvicie": "cintura leprosa": "muñones": "Divina Comedia vegetal". Vuelve a quedarnos en flora, después de su metamorfosis, pero sin perder la valencia humana: castigada selva vital.

Es posible diagnosticar que el rechazo del arte de Gabriela Mistral, que algunos asestan con una tajancia jurídica, se deba, precisamente, a ese antropomorfismo místico. Lo que les repugna a esos es el "prurito" de personificar y personificarlo todo. Y, más que eso, el de lanzarlo todo al cielo. Las plantas, las alimañas, el humo -todo se le arroja hacia lo más alto. A quienes este tránsito ascencional no les parezca real ni fidedigno, suelen quedarse irritados por su manía gotizante. Pero al a-religioso que vive entre prójimo sin negarle, tendrá que tocarlo el espectáculo de una personalidad consistentemente preocupada de lograr la justicia social -la cristiana, eso sí. Lo que Gabriela Mistral llamaba "el projimismo".

Luis Vargas Saavedra
Madrid, 1978

En: Luis Vargas Saavedra Prosa religiosa de Gabriela Mistral. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello; 1978.

 

  Notas

1 Completado con "Enfermo", "Lunita nueva y "El Cordón", reproducidos en "Páginas en prosa”, Ed. José Pereira Rodríguez, Buenos Aires, Kapeluzz, 1962.
2 Relacionada con su trabajo para la Secretaría de Educación de México, auspiciada por José Vasconcelos. En carta a Eduardo Barrios, Gabriela Mistral afirma haber escrito igualmente una serie de trozos de divulgación bíblica y una selección de trozos de divulgación bíblica y una selección de prosas (ajenas) para campesinos, sobre asuntos. No he podido dar con estas obras.
3 Anales de la Universidad de Chile, Santiago, 1957, p. 275.
4 En carta posterior a Eduardo Barrios, Gabriela Mistral expresa su irónico desprecio por aquellas sesiones espiritistas, en que Labarca creyó que Parrau sería "el muerto" (Romelio Ureta) de Gabriela Mistral.
5 Martin Taylor, "Gabriela Mistral's Religious Sensibility", University of California Press, Berkeley and Los Angeles, 1968, págs. 121-122.
6 Helene Blavatski, fundadora de la Teosofía. Annie Besant continúa su esbozo, suavizándolo.
7 Anales de la Universidad de Chile, p. 251.
8 Gabriela Mistral, "Recados contando a Chile", selección del padre Escudero, Ed. del Pacífico, Santiago, 1957, p. 100.
9 Ibid., p. 62
10 En mi colección.
11 "Hispanoamericanismo en París: José Vasconcelos: Indología", El Mercurio, 8 de mayo de 1927, p. 7.
12 Ver Luis Vargas Saavedra "Hispanismo y antihispanismo en Gabriela Mistral", Mapocho, Santiago, 1970.
13 Carta de Palma Guillén al recopilador, enviado desde Milán el 25 de noviembre de 1965.
14

Don Juan Mujica de la Fuente, en carta al recopilador, fechada en Santiago, el 21 de julio de 1965, dice: "Al niño Juan Miguel Godoy lo conocí en Madrid cuando frisaba los seis años de edad. Debió llegar de Italia a principios de Octubre, a casa de Gabriela, porque ella deseaba educarlo en España, tierra de su madre María Mercedes. Me parece que el apellido de esta señora era Font, nacida en Cataluña y de muy buena presencia. Cuando Gabriela trabajaba en el Instituto de Cooperación Intelectual, por el año 26, se le presentó en París o en Marsella un joven chileno a quien ella nunca había visto. Tendría menos de 30 años, y a la primera vista comprendió que era un varón de su propia sangre. Juan Godoy provenía de los amores de su padre con una dama argentina que Don Jerónimo conquistara en una de sus andanzas, de que Gabriela tuvo noticias por tías y parientes. Cuando nuestra poetisa fue recibida en Barcelona por los más selectos círculos intelectuales y a donde concurrían con frecuencia las jóvenes profesoras de institutos secundarios, el aventurero Juan, que acompañaba a Gabriela en ese viaje corno persona de confianza, encontró a la hermosa y joven profesora María Mercedes entre las admiradoras de su hermana. Me dijo Gabriela que le advirtió a la educadora catalana que su hermano no tenía oficio ni beneficio, que amargado del mundo se había enrolado en la Legión Extranjera para servir a Francia en los campos de África. Le advirtió el peligro de un matrimonio con ese joven chileno que sólo tenía buena apariencia y ningún caudal. Le insistió en que ella era también persona pobre, que se mantenía con su trabajo cotidiano en el periodismo, conferencias y cursos libres de Universidades.

Se casaron de todas maneras.

Poco después la profesora catalana contrajo una aguda tuberculosis pulmonar. Así nació el niño Juan Miguel Godoy.

Según Isolina Barraza de Estay, pariente de Emelina, la hermanastra de Gabriela, el nombre del muchacho sería: "Juan Miguel Godoy Mendonza. Hijo de Carlos Miguel Godoy y de Marta Mendonza (Mendonza con n antes de z). Doña Emelina, hermana de Gabriela, nunca me dijo que ésta hubiera adoptado a Yin-Yin y yo tampoco lo creo (carta al fechada en Vicuña, el 20 de abril de 1965).

Más datos, de una carta de Palma Guillén (ver nota 8): "Los papeles de Yin-Yin estaban en su casa. (El acta de bautismo era de Barcelona, del año 1925). No puedo naturalmente precisar la parroquia. La madre se llamaba Martha Muñoz. Yin-Yin era hijo de un hermano suyo, hermano de padre: era su sobrino. El medio hermano de G. andaba por el África del Norte en los años 1926-1927. Le llevó el niño a principios de 1926. No puedo decir cuándo, pero debe haber sido en enero o febrero. La madre de Yin-Yin que era una española. había muerto y por eso el hermano le llevó el niño. G. lo aceptó a condición de que el padre no volviese nunca a reclamarlo.

Yo no estaba con G. en esos momentos. Ella, por el frío, estaba en Marsella y yo había ido a París por un asunto de trabajo al Instituto de Cooperación Intelectual de París, que tenía sus sesiones en el Palais Royal y en donde ella trabajaba, y yo con ella. Ella era jefe de la Sección de Letras. Me llamó por telegrama y cuando llegué me la encontré muy atareada porque no tenía práctica alguna de cuidados de niños y no sabía qué hacer con un crío de meses, porque Yin-Yin tenía menos de un año -9 ó 10 meses tal vez- cuando se lo llevaron. La vida de G., aunque muy dura desde el punto de vista económico -porque durante la primera infancia de Yin-Yin, ella la vivió de su pura pluma escribiendo artículos...-, su vida, digo, fue plena y feliz porque tenía a aquel niño al que adoraba y porque trabajaba para él. Prácticamente vivía para él. Cuando lo perdió volvió a ser la mujer sola y desesperada, o desamparada, más bien, de DESOI.ACIÓN".

Andrés Iduarte, en su artículo "En torno a Gabriela Mistral, publicado en Cuadernos Americanos, V, 2 (1964). Págs. 241-242, cuenta su estada en la casa de Gabriela en Bedarrides, Vaucluse. "En aquella casa vivíamos: Gabriela; una muchacha más o menos de mi edad, que dirigía las labores domésticas y tenía el bucólico nombre de Pradera; el Llin Llin (sic) y yo. El niño era naturalmente el centro de la familia. Tenía entonces cuatro o cinco años. Supe por G. que era hijo de madre catalana y de su hermano "que caminaba como ella el mundo, pero de otra manera". "Dios ha de darme vida -me decía en 1939- para velar por él unos años más".

"Del Brasil, en 1942, me escribía G. que el muchacho "estudiaba agricultura en una escuela magnífica de minas..." (debiera decir: de Minas Gerais) "y que escribía una novela a la vez que aprende las pestes de las plantas tropicales".

En relación con esa novela, cito otro trozo de la carta de Isolina Barraza de Estay: "Recuerdo también que doña Emelina me confidenció una vez que este niño tenía grandes dotes de escritor y que habiéndole dado a leer a G. unos originales y no aprobándoselos del todo, los rompió furiosamente. También se dijo que estaba enamorado de Consuelo (Saleva), la secretaria de Gabriela, quien le llevaba varios años de edad y que por despecho hizo lo que hizo"

15 Certidao de Obito, Nº 01492, pág. 12, libro 5 del Registro de Obito 3128, Petropolis, Brazil. Datos suministrados por Isolina Barraza de Estay.
16 Gabriela Mistral,"Sobre la xenofobia","La Nueva Democracia, XXLX, 1 (1949),22-26.
17 Archivo Nacional de Chile, Biblioteca Nacional, Santiago, sección oficios Consulares del año 1947, Brazil.
18 Epistolario de Gabriela Mistral a Alfonso Reyes, conservado en la Capilla Alfonsina, Av. Benjamín Hill 122, Ciudad de Méjico. Gentileza de su directora, Alicia Reyes.
19 Víctor Alba, "La Mistral vista por su amiga y secretaria", Anales de la Universidad de Chile, CXV, 106, (1457), 93.
* Día de San Juan.
** Poema de la segunda parte -inédita- de Lagar.
20 Cuaderno 154, Rollo Q, de mi colección de microfilmes de manuscritos inéditos de Gabriela Mistral, adquiridos a la Biblioteca del Congreso de Washington, previa autorización de Doris Dana, albacea literaria de Gabriela Mistral.
21 Gentileza de Isolina Barraza de Estay.
22 En mi colección. Estas mismas ideas aparecen en su recado a la muerte del Padre Hurtado: "Solemos oír a los muertos: en cuanto se hace un silencio en nuestros ajetreos mundanos, se les oye clara y distintamente". "Recados contando a Chile", p. 267.
23 Ver poema "Volverlo a ver", Desolación.
24 En cambio no guardó silencio ante el doble suicidio de S.Zweig y su señora. Ver "La muerte de Stefan Zweig. Ultima conversación", El Mercurio, 9 de marzo de 1942.
25 Páginas 121 a 131 de la tesis ya mencionada de Martin Taylor. Citas de trozos debido a la negativa de los herederos a dejar fotocopiar las cartas.  Obstáculo que afecta a esta introducción también.
26 Gabriela Mistral, "Cartas de Gabriela Mistral al padre Gabriel Méndez Plancarte", Abside, XV, 2, Méjico, 1951, p. 20. La carta es del 20 de septiembre de 1949.
27

Su actitud ante el feminismo se puede hallar en el artículo "Organización de las mujeres", El Mercurio, 5 de julio de 1925.

Dice: "Para mí, es el feminismo, hasta hoy, como una casa que no me inspira confianza grande, pero donde tengo tres amigas que amigas y que no quieren venirse a vivir a la mía: me hace falta su conversación, y subo las escaleras ajenas..." Le critica la falta de unificación: ... la unificación del feminismo, que mientras éste sea cama la hierba rala del campo, se secará sin haber sustentado. La ayudaremos" (se dirige a Inés Echeverría de Larraín) "hasta las que no hemos adoptado oficialmente el feminismo por pecado tomasino: todavía no da prueba en grande..."

El meollo de su crítica viene en esta cita:

"El feminismo llega a parecernos a veces, en Chile, una expresión más del sentimentalismo mujeril, quejumbroso, blanducho, perfectamente invertebrado, como una esponja que flota en un líquido inocuo. Tiene más emoción que ideas, más lirismo malo que conceptos sociales; lo atraviesan a veces relámpagos de sensatez, pero no está cuajado; se camina sobre él como sobre las tembladeras, en las cuales el suelo firme apenas se insinúa. Mucha legitimidad en los anhelos, pureza de intenciones, hasta un fervor místico, que impone el respeto; pero poca, ¡muy poca! cultura en materias sociales. No importa: existe la fuerza, nos hemos puesto en trance de obrar, y unos diez ojos sagaces y manos tranquilas ya pueden empezar la ordenación”.